Observar cómo tus ojos cambian de color al amanecer, hacer café para dos
por la mañana, susurrarte que nunca me dejes. Levantarme de la cama y
añorar tu olor en mi almohada, revolverme entre las sábanas contigo.
Hacerte cosquillas cuando estás distraído, encontrarme tu mirada al despertar. Robarte un mordisco
de aquello que estés comiendo, correr por toda la casa en una huida
fingida, llorar entre tus brazos con el final de la película. Sentarme
en el alféizar de la ventana y mirar la noche, esconderme tras los
cojines evitando tus fotos. Despertarme y que sigas a mi lado,
despertarme y encontrarte mirándome, oír un “buenos días, princesa” en
formato susurro mientras me abrazas. Sentir tus manos tratando de
atrapar mis lunares, perder la camisa, la falda y la razón cuando me
miras, beberte a tragos largos y con poco hielo. Sonreír como solo lo sé
hacer contigo, dibujar las líneas de tu cuerpo con las yemas de mis
dedos, besarte con los ojos cerrados.